lunes, 7 de enero de 2013

Ensayo IV (El misterio del autobús)

Dedicada a mis compa del autobús, para que este relato les de un poco de canguele y después nos podamos echar unas risas:

Dedicada sea la labor del estudiantil de comportarse humildemente y con buena cara de levantarse tempranamente ante su responsabilidad de acabar en el centro educativo por la mañana, de forma puntual a ser posible. Como todos los días, el autobús recoje a estos inquietos adolescentes y los lleva en rebaño en su obligación de cultivarse. Pero no todos los días son iguales, unas veces el autobús llega tarde, otras veces los alumnos faltan a clase por cualquier motivo (o incluso el profesorado puede faltar), e incluso se puede perder días lectivos en fiestas patronales o de la nación.

Pero esta historia no es tan bonita como parece pintada, es aún más horrenda: todo ocurrió en el bús y en su trayecto.

Ocurrió un día de otoño, frió y gris, un día melancolioso, triste y pesado. El conductor, presionado por el tiempo, aceleraba el vehículo superior de un límite seguro y sin preocuparse de este hecho aumentaba su velocidad: quería llegar puntual. Un accidente cerca de Callosa. ¿Qué ocurrió? Tal vez no sea creíble pero yo era uno de los que iba dentro del autobús, uno de los que creo que sobrevivió, no lo sé, me gastaron hace poco una broma de mal gusto que aún me hace dudar de si estoy vivo o no....

Pues atento, no desconfies de lo que digo, tal vez te pueda pasar algún día. Durante el trayecto se produjo la ordinaria rutina de siempre: entro, me siento al fondo en la penúltima fila, me encuentro con mi amigo David mientras atrás tengo a Nuria, a Esther, a Luis, a Pachón y a Carlos. A mi derecha tengo a Eva, a Alejendra y a Marina. Delante a dos chavales que no se sus nombres y tampoco les hago mucho caso, pero en especial, con el grupo de la derecha y los que estan detrás mia, se crea un buen ambiente de risas e intercambio de bromas, como tocarme el pelo o golpearle con delicadeza un punto de la rodilla. Pero ese maldito día, como lo odio.... La niebla junto con el cielo nublado, el frío y el sueño de haber descansado mal (al parecer muchos de los presentes les notaba esa misma sensación que tenía yo), imposibilitó terminar, al bús, su trayecto: a la velocidad que iba no pudo frenar. Esa densa niebla... ¡maldita sea!... noté que la cosa iba mal. Dos segundos la sensación...  cuatro minutos dando vueltas de campana... barranco abajo.... los gritos, los quejidos, la sangre, la vida.... y los primeros que la perdieron fueron tres conejos, causantes del trájico accidente, maldita sea esa niebla de aquel lúgubre día, ya ni me acuerdo que día fue... De lo que si me acuerdo fue de estar como en otro mundo, donde solo existía niebla tres veces más densa y, a medida que avanzaba encontraba trozos del antiguo autobús junto con objetos que no entendí muy bien que hacían allí, como si pertenecieran a alguien o su dueño las llevaba en el trayecto: una guitarra de mariachi, un video, un cinturón amarillo, una botella con un líquido dorado, un libro de ética y buenos modales, una foto con muchísima gente y dos pelucas rubias y otra rizada, y se que eran pelucas pués cuando avanzé aún más, me encontre con mechones de pelo morenos y rubios. Cuanto más seguía el rastro de los cabellos más grande eran, pasando a flequillos, peinados y cabelleras, y no paré hasta que ví una sombra detras de la niebla, con una cabellera en la mano mientras reía locamente con euforia de triumfador. No me lo pensé, fuí corriendo a ver quién era y en ese mismo instante comenzó la broma: no había nadie, solo una tumba repleta de cabelleras donde leí escrito en la lápida, aquí descansa....

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