Espero las palomas que me traigan mis esperanzas y las aromas de aquellas cartas de cuantas ellas haya enviado yo. Espero con impaciencia una respuesta certera y a ciencia incierta me quedo pensando si la carretera acierta y une los caminos que quiero acercar yo... Solo creo que no es posible aguantar, y este tiempo solo hace que animar, que cuando el cielo se torna negro lo vemos todo feo y nos centramos en nuestro ego, y nuestra alma se oxida como el hierro. Es imposible que mi desespero no se te haga visible. Es imposible que de tanto esfuerzo no exista tu empeño de hacerme saber que acerté de pleno en ese humilde corazón... Solo el silencio sumerge el camino en una duda, en un misterio que pone el primer ladrillo entre los dos. Solo hace que nos quedemos solos, que el tiempo sea el Alzhéimer de nuestros recuerdos, que parezca que no existen los remedios para avanzar, que el camino se ensucia por mis botas al andar... Oigo como la palomas gluglutean hasta llegar a ella, como su risa es fruto de la emoción y como su silencio es quien achica mi moral.
Esperando llevo casi un siglo vivido hasta que vi, con mi ojo tuerto un cuervo que llevaba un rubí, me lo dio (¿vaya ironía, no?) y de paso una carta de su boca sacó. Datada después de mi muerte ponía: "Bonitas cartas ¿Son de tu pasado?" ¡Vaya si lo eran! Que esperando, contemplando el Sol este se hizo Luna, así tantos días hasta que dejé de distinguir entre las estaciones y mi locura. Después vino la paloma (más parecía cuervo blanco) que me quitó el rubí (¡maldito sea!), pero eso si, dejándome una carta con misma autoría donde decía: "Sr. eres un impaciente, deberías saber esperar más". Y fue guinda del pastel.
Ya muertas mis esperanzas rodeé otra vez mi corazón con una malla de espinas para protegerlas de cualquier posible herida y dejar vivir mis sesos sin que palomas ni cuervos mi engañen, posados encima de mis hombros: uno blanco y otro negro, para aconsejarme ciegamente y poder burlar a mi mente por muy asombrosamente que parezca la mentira. Ya solo me queda la escritura y mis historias, mi imaginación para crear mi mundo de ficción y mis ensayos para releerlos y corregir mis fallos.
Espero las palomas que me traigan mis esperanzas y me quiten algún día mi cota espinosa de malla...
Esperando llevo casi un siglo vivido hasta que vi, con mi ojo tuerto un cuervo que llevaba un rubí, me lo dio (¿vaya ironía, no?) y de paso una carta de su boca sacó. Datada después de mi muerte ponía: "Bonitas cartas ¿Son de tu pasado?" ¡Vaya si lo eran! Que esperando, contemplando el Sol este se hizo Luna, así tantos días hasta que dejé de distinguir entre las estaciones y mi locura. Después vino la paloma (más parecía cuervo blanco) que me quitó el rubí (¡maldito sea!), pero eso si, dejándome una carta con misma autoría donde decía: "Sr. eres un impaciente, deberías saber esperar más". Y fue guinda del pastel.
Ya muertas mis esperanzas rodeé otra vez mi corazón con una malla de espinas para protegerlas de cualquier posible herida y dejar vivir mis sesos sin que palomas ni cuervos mi engañen, posados encima de mis hombros: uno blanco y otro negro, para aconsejarme ciegamente y poder burlar a mi mente por muy asombrosamente que parezca la mentira. Ya solo me queda la escritura y mis historias, mi imaginación para crear mi mundo de ficción y mis ensayos para releerlos y corregir mis fallos.
Espero las palomas que me traigan mis esperanzas y me quiten algún día mi cota espinosa de malla...
No hay comentarios:
Publicar un comentario