Estoy tan triste
que la alambra
me clava a los lejos
sus espinas
mientras resbalan
por la garganta
las balas que perdiste
para dispararme en el pecho.
Estoy tan triste
que murmullos pasan de alto
por donde nuestros pasos,
aunque fueron hace tiempo,
pasaron por momentos
de felicidad y besos
de esos que despiertan
y alejan a la vez la tormenta...
Estoy tan triste
que el dolor del fuego
que incendiaste en esta pobre casa
no duele tanto que el agua
con que la apagaste,
que me hiciste negra el alma
de tanto prenderla
con tu gasolina caramelizada.
Estoy tan triste
que me resbalan
los ojos hasta los tobillos,
secos y agrietados,
tantas lágrimas que se derraman,
pataleando por la misma historia
que me duele y no soporto,
tantas, que la arena borrará mi rostro.